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No hay actividad que hagan los famosos que no se ponga de moda. Es lo que ha ocurrido con el «hot yoga» o «bikram yoga», disciplina que practican miles de personas en Estados Unidos tras hacerlo con anterioridad conocidos del cine o la pantalla como Madonna, Lady Gaga, Gwyneth Paltrow, Demi Moore, Uma Thurman o Sting. En nuestro país también tiene ya numerosos seguidores, algunos tan renombrados como la ex vicepresidenta Elena Salgado, Olivia Molina, Blanca Romero, Adriadna Artiles, Bimba Bosé, Julio Aparicio y Eva Hache. Pero, ¿que es el bikram? Una variedad de la milenaria tabla de ejercicios oriental que consiste en practicar el yoga en una habitación a 42 grados con un 45 por ciento de humedad en clases de noventa minutos. Es decir, en sudar una barbaridad. Los ultradefensores argumentan que el «hot yoga» tiene la cualidad de prevenir enfermedades y lesiones, ayudar a perder peso y limitar los efectos del envejecimiento. Hay quien cuenta que desde que lo ejercita no necesita ningún medicamento, le han desaparecido los dolores y le ha ido estupendamente, pese a tratarse de un ejercicio duro. El calor permite mejorar la elasticidad, estirar los ligamentos, evitar lesiones y aportar beneficios a nivel articular. Y, además, insisten con entusiasmo, «elimina toxinas, regula la ansiedad, oxigena la sangre y ¡hasta beneficia la salud sexual»! Entre los argumentos en contra se habla de los riesgos que supone la combinación de deshidratación y actividad física. Hacer ejercicio en situaciones de extrema sudoración no es, según algunos especialistas, lo más conveniente ni para el rendimiento ni para el funcionamiento correcto del sistema circulatorio y muscular. «Se produce una hemoconcentración que dificulta el transporte de oxígeno y hace elevar la frecuencia cardíaca, amen de que a través de la sudoración se eliminan también sales, potasio y magnesio necesarios para la contracción muscular», dice uno de los contrarios desde Internet, añadiendo que, aunque es verdad que se pierde peso, nunca se trata de tejido graso. «Lo que se pierde es agua, que luego se vuelve a recuperar». Por tanto es una disminución de kilos meramente temporal, que no serviría para combatir la obesidad, por ejemplo. La pérdida de magnesio no sería nada positiva porque hace más difícil la concentración, empeora la calidad del sueño, nos vuelve irritables y perjudica la contracción muscular. Luego desde este punto de vista sería contraproducente. Los defensores de la modalidad, empero, sostienen que no se trata de una moda ni de algo pasajero, pues como ejercicio comenzó en los años 70 y tiene ya 40 años de vida. Muchos aseguran haber perdido grasa en el abdomen, les gusta como se ven la piel y hasta sienten más alegría de vivir. Otros dicen que han dejado de ir al fisioterapeuta. Pero los contrarios insisten en que es una actividad física extrema no recomendable para todos los públicos y que debería ser aconsejada sólo por especialistas, sanitarios, maestros del yoga y no por meros aficionados que hacen negocios formidables con las clases de esta polémica actividad entre deportiva y mística.

Fuente: La Razón