Skip to main content

Esta disciplina trabaja la flexibilidad, el equilibrio, la concentración y la fuerza física en una sala muy «caliente». Los beneficios son muchos, pero para algunas personas esta actividad no está recomendada. El calor no es apropiado para pacientes con la tensión alta, con problemas de coagulación o medicados.

La sensación es agradable al cruzar la puerta. Arropada por  36 grados de temperatura, recorre con los pies desnudos la sala. La respiración es la única que habla (lo llaman «pranayama»). Y cada vez es más profunda, más intensa…

Los  grados suben, 37… 39… 40ºC. Los músculos se van relajando a medida que se realizan las diferentes posturas. El 45 por ciento de humedad que envuelve la habitación amansa la tensión, dando paso a la energía, que comienza su desfile por el cuerpo al tiempo que las gotas de sudor descienden por la frente, por el cuello, por la espalda, por el pecho… Concéntrate y respira. Noventa minutos en los que  la agresividad de la vida diaria pierde fuelle.

Es el yoga caliente, o Bikram yoga, un entrenamiento que mejora no sólo la fuerza física sino también la flexibilidad y el equilibrio, al tiempo que aumenta la claridad mental y la concentración. Paloma Jiménez, maestra de esta disciplina en el Bikram Yoga College of India Madrid explica que «la base de 84 posturas (asanas) originarias para trabajar todo el cuerpo se redujo a 26 más dos ejercicios del ya mencionado pranayama. Todas se realizan dos veces».

Y cada una de ellas se centra en los distintos sistemas del cuerpo, (aparato digestivo, circulatorio, respiratorio, óseo, nervioso…).
Con voz serena, Paloma dirige: «Manos hacia el suelo, detrás de los talones, pecho a las rodillas, respiramos… Relajamos los brazos y la cabeza». Y ahora, una de equilibrio. Subimos la pierna y con los dedos entrelazados cogemos el talón… Cada uno hasta donde pueda.  Y al practicarlo con calor, hay menos riesgo de lesiones y se trabaja con mayor profundidad y seguridad. Aumenta la circulación de la sangre, incrementa la energía, y se eliminan toxinas».

Es bueno también contra el insomnio y el estreñimiento. Los primeros 60 minutos, tras calentar la columna, se realizan posturas de pie trabajando el equilibrio, «y cada una de ellas prepara para la siguiente», aclara Jiménez. Los 30 minutos restantes «se practican en el suelo con un trabajo de espalda que finaliza con media torsión de la columna y una respiración final: Kapalabhati», una técnica que facilita la limpieza de las vías respiratorias y calma la mente. Y hay quienes aseguran, además, que ayuda incluso a perder peso.
Pero no todos están dispuestos a soportar tanto calor y desconfían de los beneficios que el ejercicio a 40ºC pueda reportar. Y en algunos casos, no resulta recomendable. Por ejemplo, para personas que sufren lesiones obstructivas vasculares y no están controladas. «Pese a que el yoga es un ejercicio estático, no dinámico, exige un esfuerzo y supone una sobrecarga cardiovascular, aumenta la frecuencia cardiaca y la tensión arterial», por lo que no está aconsejado en hipertensos, explica Araceli Boraita, cardióloga del Consejo Superior de Deportes y vocal de las sociedades filiales de la Sociedad Española de Cardiología. Si, además, la persona «toma medicamentos vasodilatadores, el efecto del calor se suma y puede generar hipotensión». Y los expertos señalan que aquellas personas que tienen varices deben tener cuidado, pues «el retorno venoso con esa temperatura se vuelve más dificultoso». Y hay que estar bien hidratado, dicen «porque el sudor durante 90 minutos puede producir deshidratación si no se vigila». Manuel Rabadán, jefe del Departamento de Fisiología del Consejo Superior de Deportes matiza que «generalmente, en verano prescribimos el ejercicio bien a primera hora de la mañana o a última de la tarde para evitar precisamente las horas más calurosas».

Ambos especialistas señalan que, si bien «las personas sanas pueden practicarlo, siempre que uno no se encuentre totalmente bien, deben consultar antes a su especialista, y más si se está tomando medicación».

Los profesores tienen esto muy en cuenta. De hecho, la profesora del Bikran College of India de Madrid aclara que en líneas generales, «incluso quienes no han practicado nunca deporte pueden hacerlo a su nivel. Pero es cierto que quienes tengan la tensión alta y tomen medicación o bien aquellos que hayan sido operados deben hablar antes con su médico».
Así lo hizo Bárbara, que tiene nada menos que 72 años y «aunque tengo problemas vertebrales vengo todas las semanas desde el pasado mes de agosto y me viene genial. Hago hasta donde puedo y me noto mucho mejor, sobre todo en las piernas». A Bárbara la apuntó su propio hijo al ver lo terapéutico de esta práctica. Y Alejandra comenzó recomendada por sus suegros. «Ellos lo practicaban y vine por la recuperación de mi primer embarazo. Luego cogí el hábito y la verdad es que engancha. Siento un gran equilibrio físico, más energía y más tranquilidad».

Crecimiento personal
Y se debe al beneficio psicológico de este tipo de disciplina. Según explica Almudena Sánchez Mazarro, psicóloga especializada en terapia y crecimiento personal (www.asmpsicología.com), «enseña a contactar con los propios límites y a aceptarlos desde la humildad». Así, poco a poco, «con esta actitud de respeto y autoaceptación de las limitaciones, se avanza en la práctica».  Sánchez Mazarro señala que el yoga «ayuda a desarrollar la tolerancia a la frustración y a centrarse en uno mismo, modificar las posturas y adaptarlas a las necesidades de cada uno (no estar preocupado por cómo la hace el compañero). El yoga concede más importancia «a la calidad del movimiento que a su cantidad, y a la conciencia del proceso más que a la meta».

Fuente: La Razón